TOP SECRET
Esto ha sido un error, un trabajo de arte de metemuertos y tiralevitas y, lo que es peor, una labor de aliño que no era necesaria como no lo era defender a la difunta República Federal alemana. Si algo decimos, si algo debemos decir, es que "no somos ellos", o sea, las gentes de los países satélites comunistas, rendidos al capitalismo hace ya años, y tratar de defender las memorias salvajes de las que los americanos hacen burla ligera. Comedieta.
Desde la casa de Polanco, en su sección televisiva, algún obsequioso ha necesitado censurar el dobleje necesario de unas escenas en que el pueblo soberano canta el himno de la república en alemán. Himno falso, sin duda, que se traducía con subtítulos donde los cantantes se manifestaban por la tiranía, la guerra total, la tortura y otras costumbres raciales. Ni siquiera la letra era sangrienta sino burlona, con todos aquellos soldados comunistas vestidos de alemanes de la II G.M, o, como se lee en Internet mucho, de la WW2. No había necesidad de defender ni aquellos tiempos ni aquellas Democracias Populares. Se dejó establecido al llamar a los países comunistas regímenes de Socialismo Real, que tampoco fue brillante idea, pues parecía que nosotros ofrecíamos un socialismo ireal, nebuloso, de palabra y no de obra.
"Top Secret" es una película divertida y subrealista, donde hay caballos que cantan, vacas que protagonizan golpes de mano, calzadas con botas germanas, peleas en salones del Oesta sumergiodos en los ríos alemanes y hasta un tunel hecho por un preso que cuenta con no menos de cuatro carriles, más aceras y perfectamente alumbrado por farolas enormes: y un imán que atrae a los submarinos desde el lejano mar, y un tenor llamado Placidov Domingovitz, todo entre las conspiraciones de una sección de la resistencia francesa (en este tiempo y en Alemania) con gentes llamadas Canapé, Café au Let, Croisant, Filet Mignón y otros hallazgos de la cultura francesa. Y mucho rock and roll tocado por bandas de ancianos que hacen una burla de las bandas de rock más distinguidas del planeta.
Censurar una película así por un asunto sentimental, es hacerse solidario de lo criticado, o sea, de aquella nación desquiciada, con muchachas atletas quue pesaban, quizá, 150 kilos y estaciones de ferrocarril móviles que avanzaban entre trenes detenidos y disparaban sobre gentes que hacían contrabando de galletas de perros. Censurar Top Secrete es como hacerlo con NinostKa o la divertida "Uno, dos, tres", que narra peripecias de la casa Cocacola establecida en el Barlín anterior al muro. Un mal negocio que, si lo percibe la gente, nos equipara a aquellos comunistas que el ejercito rojo estableció como presidentes y ministros de naciones invadidas por las URSS.
Somos muy libres de simpatizar con aquellas cosas o de sentir la nostalgia de los regímenes que tanto nos ayudaron en los años negros, pero no podemos dar la sensación de que aún los defendemos. El trabajo de censura hecho por la factoría Polanco para enmascarar la letra de un himno falso que todos los espectadores reconocen falso, es, solamente, un modo de enseñar la oreja marxista: ésa que ya habíamos convenido en silenciar para esquivar la herencia de Stalin o la de de los otros hirvientes camaradas.